Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amen Filipenses 3:20-21

LA OBEDIENCIA QUE DIOS DEMANDA

En las bodas de Caná de Galilea, la madre de Jesús dijo a los criados: “Haces todo o que os dijere” (Juan 2.5). Esta es la esencia de una vida victoriosa con Cristo.

 La obediencia, que Dios espera de nosotros no es fría, mecánica o meticulosa, tal como lo entienden los legalistas. Quiere nuestra obediencia de corazón y por amor. No podremos nunca amar y obedecer a Dios, si no lo conocemos. (Juan 17:3), ni entregarle nuestro corazón sumiso, si creemos que es alguien misterioso y velado en el tercer cielo; pero tendremos gozo en obedecerle, cuando le conozcamos como El es. Así nos será fácil amar y obedecer a Aquel que nos amó y se entregó a Sí mismo por nosotros (Apocalipsis 1:5). El Señor Jesús es una cosa con el Padre (Juan 10:30). Vino al mundo y se deleitó en hacer la voluntad del Padre (Juan 5:30; Salmo 40:8). Así como Jesús estaba completamente identificado con el Padre, así también hemos de tratar de identificarnos con el Hijo (Juan 17:8 al 21). Cuando sea El nuestro dueño, nos complaceremos en obedecerle. El nos dice: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?” Dios invitó también a Israel: “Ojala miraras tú mis mandamientos fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas de la mar”, (Isaías 48:18). Y lo mismo nos dice hoy. Jesús enseñó: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis”. (Juan 13:17)

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